sábado, 31 de mayo de 2025

Frase en la pared: Esa angustia se llama capitalismo

¿Alguna vez sentiste un vacío inexplicable, incluso cuando aparentemente todo está bien?

Estás trabajando, tienes un teléfono nuevo, ves series, haces scroll en redes sociales, compras algo que deseabas... y aun así, la ansiedad vuelve. Esa angustia que te oprime el pecho, que te hace cuestionar el sentido de lo que haces, que no se va con una compra ni con likes. Esa angustia —como alguien escribió en una pared de ladrillos— se llama capitalismo.

Si quieres saber más sobre las repercusiones de la economía y finanzas en la sociedad actual, sigue leyendo.

Frase en la pared: Esa angustia se llama capitalismo

Frase en la pared: Esa angustia se llama capitalismo

Lejos de ser solo una frase provocadora, este graffiti encierra una verdad que cada vez más personas empiezan a reconocer: el sistema económico en el que vivimos no solo regula lo que compramos, sino cómo sentimos, pensamos y vivimos.

¿Qué es el capitalismo y por qué se cuela en nuestra salud mental?

El capitalismo es un sistema económico basado en la propiedad privada de los medios de producción y en la búsqueda constante de ganancia. Esto no solo implica que las empresas buscan generar beneficios, sino que toda la sociedad se estructura alrededor del consumo, la competencia, el rendimiento y la productividad.

Pero ¿qué pasa cuando ese sistema define nuestra autoestima, nuestras relaciones y nuestra percepción del éxito? Aparece el desgaste emocional. El capitalismo convierte a las personas en engranajes de una maquinaria que exige más de lo que podemos dar.

La trampa de la productividad: rendir, rendir, rendir

Desde jóvenes se nos enseña que valemos por lo que producimos. Que hay que “ser alguien”, “tener éxito”, “aprovechar el tiempo”. El descanso se convierte en culpa, y el ocio en pérdida. La vida se vuelve una carrera sin línea de llegada.

No importa cuánto logres, siempre hay alguien más exitoso, más guapo, con más seguidores, con más cosas. Esta comparación constante, potenciada por las redes sociales, genera frustración, ansiedad y una sensación de insuficiencia permanente.

El consumo como placebo emocional

Ante tanto malestar, el sistema ofrece su solución: consumir. ¿Estás triste? Compra. ¿Estás cansado? Viaja. ¿Te sentís vacío? Cambia de celular. Pero esa satisfacción es efímera. Y pronto el vacío vuelve… más grande.

Vivimos bombardeados por publicidades que nos dicen que seremos felices si compramos tal producto. Pero no hay zapatilla, perfume ni auto que cure el malestar existencial que nace de vivir desconectados de nuestros verdaderos deseos.

¿Por qué este sistema angustia tanto?

Porque nos aísla: promueve la competencia sobre la cooperación. Nos volvemos rivales en vez de comunidad.

Porque impone metas externas: se valora lo que tienes, no lo que eres.

Porque invisibiliza el sufrimiento: si estás mal, la culpa es tuya por no “superarte”.

Porque no da espacio al error: fallar es fracasar, y fracasar es perder valor.

Porque reduce la vida a dinero, rendimiento y éxito.

No se trata de “estar en contra de todo”. Se trata de ver lo que muchas veces se esconde detrás del “así funciona el mundo”.

El graffiti como grito de protesta y reflexión

Quien escribió esa frase en la pared no lo hizo por arte decorativo. Lo hizo para que alguien —como tú o como yo— se detuviera, mirara y pensara. Las paredes se vuelven espejo de lo que muchos sentimos pero no decimos. En un mundo que corre a toda velocidad, el graffiti detiene el tiempo por un segundo y nos confronta con una verdad que incomoda.

"Esa angustia se llama capitalismo" no es solo una crítica al sistema económico: es una invitación a repensar nuestra forma de vivir, de vincularnos, de valorarnos.

¿Y ahora qué? ¿Qué se puede hacer?

No podemos cambiar el sistema de un día para otro, pero sí podemos empezar a vivir de formas más conscientes y compasivas:

  • Dándole valor al tiempo libre sin culpa.
  • Buscando relaciones reales, lejos de la lógica del “intercambio”.
  • Reconociendo que estar mal no es un fallo personal, sino muchas veces el resultado de un entorno hostil.
  • Apoyando iniciativas colectivas, cooperativas, redes de apoyo mutuo.
  • Desromantizando el éxito basado en el tener.

La solución no está en “salirse del sistema”, sino en construir espacios donde el bienestar esté por encima del rendimiento.

Porque sí, esa angustia tiene nombre. Pero también podemos empezar a nombrar otras cosas: solidaridad, comunidad, descanso, ternura. Y escribirlas en las paredes del mundo.

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